jueves, 21 de febrero de 2013

El Sol Vuelve a Salir



“¡Ay Madre, que al final le he dicho que sí ¿¡ Qué he hecho?!”  El pánico de repente se apoderó de ella.. “¿Y si no sale bien? ¿Y si al final nos gustamos mucho –porque a mí ya me gusta muchísimo -  ¿y si  me acabo enamorando?”.
Silvia no podía creer que al día siguiente fuera  a cenar a casa de Mario.  Hacía tres  meses que  le conocía,  desde que la contrataron en la revista. La química fue instantánea, y poco a poco había ido creciendo. No sabría decir cuándo, pero llegó un momento en  empezó a vestirse para él, a maquillarse con más cuidado para que Mario la viera guapa, a mirar cada cinco minutos hacia la puerta cuándo se acercaba su turno. Lola le había contado que perdió a su novia en un accidente hacía año y medio.
-Y ¿Cómo lo lleva?- le preguntó Silvia a su compañera.
-Ahora un poco mejor – respondió Lola. –Pero al principio pasó un infierno. Cogió una baja por depresión y luego parece que se refugió en el trabajo. El caso es que de unas semanas para acá parece que vuelve a ser el mismo, sobre todo cuando está contigo – le dijo guiñándole el ojo y dándole un golpecito con el hombro.
-¡Anda ya!¡¿Qué dices?-contestó Silvia ruborizada.
 A lo mejor era verdad y no se lo estaba imaginando. Si Lola también se había dado cuenta, igual sí que le gustaba  un poco a Mario. Cada vez había más señales. Y hace unos días, llegó la definitiva: hablando del japonés nuevo que habían abierto en  Chueca, Mario se lanzó:
-Tienes que probar el sushi que hago. Soy una máquina. Cuando te venga bien te vienes a casa y te lo demuestro. –le dijo sonriendo. 
- Ten cuidado que a lo mejor te digo que sí Mario. – ella misma se sorprendió de la respuesta. “¿Qué estoy haciendo? Me voy a enganchar, me voy a enganchar a este chico y no quiero, otra vez no”.
- El sábado a las 9 y media. No hagas planes, y no me digas que ya tienes que sólo es martes. Te mando un Whatsapp compartiendo la ubicación – fue muy rápido de reflejos.
-No sé. Es que le había dicho a una amiga que igual íbamos al cine. – fue lo primero que se le vino a la cabeza. El miedo a lo que pudiera pasar la estaba haciendo recular.
-Bueno, pues vais el domingo. Mira, hacemos una cosa: el viernes me lo confirmas para que me dé tiempo a hacer la compra ¿vale? Ya me dirás- concluyó Mario sacándola del atolladero. 


Aquella semana se le hizo eterna a Silvia; no se atrevía a dar el paso, pero por si acaso, el miércoles se fue a depilar, el jueves se hizo las cejas, se compró un vestido nuevo y pidió cita en la peluquería para el sábado por la tarde. El viernes a la  una de la noche, cuando se iba a meter en la cama y no le quedaban más uñas que comerse le mandó el Whatsapp que lo cambiaría todo: “Vaale! Mañana a las 10 en tu casa, a ver si es verdad que el sushi te sale tan bien como dices. Llevo el vino. Un besito”.



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